viernes, 20 de julio de 2007

Aquí

Aquí, la gente me mira con ojos de extraño, me observan y esperan a la reacción que yo pueda tener hacia ellos, pero… ¿qué reacción podría tener yo?... este pueblo huele a almacenes de pocos pedidos al mes, a refrigeradores rechinantes, a confites caseros… pero me hace sentir triste, quiero volver a mi departamento, vivo en frente de una carnicería, no conozco al hombre de los cuchillos afilados, no me interesa saber quien es, pero… ¿pero? Las veredas, hhm, esas veredas, son tan estrechas, como mi corazón, como el aire de este pueblo, ese olor a pichanga de domingo, ese calor veraniego, cuando eras niño y papa te sacaba a pasear, a dar una vuelta por los lugares más pacíficos del pueblo. Entonces, has crecido con ese sabor a soledad, has tomado gusto por esas cosillas simples, pero incambiables, esas cosas que nadie se explica, como cuando al mirar el cielo desde altura sientes una vibración en el aire, una, emoción, una angustia, unas orates ganas de saltar al vacío para comerte el sabor pueblerino, con color, y hasta una caricia en tu cabello, pero… qué puedes hacer al respecto, aparte de salir a pasear solitariamente entre la gente, ahora que ya estas grande.

Un hombre ha golpeado a la puerta de mi casa… me ha dicho que la luz se va a cortar a las siete de la tarde, que me presta unas velas, y que la noche va a estar fría, que me abrigue bien. Solo en un pueblo como este se corta la luz a las siete de la tarde, pero… me gusta sentirme parte de la vida primitiva, no me preocupo, porque la gente no es mala, solo me miran como bicho.

Oh,

s

e ha

c

o l u z…

r do la

ta

Tengo que ir al almacén… Y comprar más velas, la noche es larga, la gente pasa por mi ventana…

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