domingo, 12 de septiembre de 2010

Hay cosas raras en el mundo. En este mismo instante están pasando. Alucinaciones. Yo no puedo con ellas. No me dejan. No tengo la oportunidad tampoco de procurármelas. Y así entonces voy de un lado a otro como en el marasmo. Un marasmo cibernético y frenético, irreal, ilegal, enfermo y desdichado como un payaso tuberculoso. Me restrego con furia la cara, me rasco la cabeza, maldigo, agito mi mano y todo vuelve a su sosiego embotado, solo y escondido, silencioso y adivinado, digno de benevolencia paternal. Yo no quise que pasaras, pero como un obstinado mono rey, lo hiciste. Y te pavoneas cuando me exprimes la paciencia. Ríes complacido al verme ahí, en el suelo, pálido, extenuado, aferrándome al placer efímero que se escapa entre mis manos con la misma rapidez con que se acaba. Yo antes era normal, y de un día para otro me hice loco. Ahora resulta que todos ustedes me parecen enfermos. No fomento nada; al menos ...
sí, sí lo hago... pero no hay día en que no me pregunte si está bien... o está mal... y todas esas pavadas moralistas que me aprietan los cocos.
Me da pena que juegues con mis débiles sentimientos de niño solitario. ¿Por qué me ofreces algo que no estás dispuesto a dar? Y yo busco, busco y busco, y lo único que encuentro es un círculo, un círculo en el que me enredo una y otra vez, haciendo de mí un ser estéril y paranoide al peo. No sabes cuánto me duele tu indiferencia(ahora te hablo a tí... no a tí; a tí.). Me duele que nunca me hayas considerado como digno de participar en tus fiestas. Me duele que nunca me hayas dado la oportunidad de beber de esa ambrosía. Me molesta también. Puta la güeá que me da rabia, por la conchesumadre!
En fin, espero que este mundo efectivamente se acabe el 2012. De no ser así me sentiré profundamente decepcionado. Y sabes por qué? Porque luego de haberlo reprimido toda la vida, espero que en tu nueva casa puedas al fin brindarme un poco de felicidad, esa que me está vetada acá. Y si no es así me sentiré doblemente desilusionado, y difamaré tu nombre por todo el universo, y te llamaré traidor, y formaré legiones y legiones y legiones de decepcionados que clamarán por tu sangre.

domingo, 9 de mayo de 2010

ya me acordé

Se llamaba Jaqueline.
La Jaque...

sábado, 8 de mayo de 2010

La hermana del Joselo

Claro. Debes tener un mensaje para la humanidad.
Y positivo. De paz, amor, esperanza, buenos deseos,
y cosas así. Debes amar a dios por sobre todas las
cosas. A dios y a su iglesia, cualquiera que sea, por
sobre todas las cosas.
No, algo no me cuaja... seguramente eso de la iglesia...
la iglesia lo ha arruinado todo... ellos no son dios, y
ni cerca están de serlo. Son una organización caduca,
un ente moribundo de muchos siglos atrás con un afán
moralizante, enfermizamente moralizante, criticante
de los pecados y perversiones de Doña Isolda.
Está vieja Doña Isolda. Mañosa está la Doña Isolda.
Vive sola en su antigua casa, cerca del negocio de Don
Javier, que tambien está viejo. Se ha desgastado el pobre
con lo de la enfermedad de Doña Javiera. Y Doña Javiera
sigue igual no más, ahí, marcando el paso, entre que sí y
que no, y peor aun: el más o menos.
Me cae bien el Don Javier. Siempre nos anotaba cuando
no teníamos plata. Algunas veces chachareamos cosas
livianas, nada más allá de lo convencional hablable entre
un buen señor tendero y un comprador agradecido(o fiador ).
Así fue como me enteré de lo de la Doña Isolda. Para él resul-
taba escabroso y diríase de cierto modo violento y desagra-
dable, pero era una de esas cosas que queman por dentro mientras están escondidas. Como la Hermana del Joselo cuando jugábamos a las escondidas.
¡Qué linda que era esa rubiecita! Supongo que de ahí viene mi gusto por ellas.
Sus formas... Qué linda que era la... chucha, me he olvidado de su nombre...
pero era linda, y me parece que yo le gustaba... pero yo era muy pendejo y muy güevón como para hacer algo. La recuerdo con su pelo largo y doradito, blanquita, con su carita radiante, sus labiecitos gorditos y rojos, tempranos, probablemente de una calidez que jamás tenga en la vida, de ojitos azul pálido(o la lejanía de su recuerdo les ha cambiado el tono... no se.), más gordita que flaca,
no muy conversadora( o la lejanía de su recuerdo le ha quitado líneas... no se.)... la recuerdo ahí, en el garaje de la casa de Maipú... oh, he olvidado el número de esa casa... pero la recuerdo ahí, con su camisita amarilla y sus patas negras, toda linda y ahí, atormentando dulcemente el recuerdo de mi ser gustoso e infantil que la miraba discretamente y aceptaba orgulloso sus manotazos. Pocas mujeres me han gustado como me gustó ella. Maldición... no recuerdo su nombre...

domingo, 11 de abril de 2010

La Presión

-¿Como cuánto falta?
-No lo se... ¿por qué no me dejas en paz, mejor será?
-Puta que eres desagradable, güeón, por la chucha...
-Mira, ya bastante hago con lleverte a cuestas para que más encima me estés hinchando las güevas preguntando a cada rato la misma güeá... ¿qué mierda te crees?...
Llegaron en silencio, al atardecer, cuando ya estaba helado. El viento soplaba y endurecía el cansancio y el mal humor. Lo bajó de sus hombros con violencia. ya no le estimaba en absoluto. Esa noche, la paupérrima cena tenía sabor a liciado.

jueves, 1 de abril de 2010

ABRACADABRA I

hola jóvenes de por ahí...
por ahí por dónde?
no se, es un decir nada más...
tenemos nuevo presidente, que gobierna para toda la gente...la gente del empresariado, claro. NO SE LES OCURRA PREGUNTARSE SI ES BUENO O NO SUBIR LOS IMPUESTOS!
claro que no es bueno...para ellos...
pero ustedes lo votaron, no es verdad, mentecatos?
total, son cuatro años nada más... cuatro años?
oh, señor, que allá en lo alto nos miras y te ríes, y luego sientes pena, y luego sientes asco, y luego te cansas y vas a ver televisión...
hace tiempo que no escribía...

"tu corazón tiene venas y válvulas
son asquerosas
pero te permiten oir esta canción"

si quieren escuchar música pulenta visiten www.myspace.com/eployardo
que también hago ruido. mis influencias son:
-la sociedad
-miguelo
-el negro piñera
-viking valdés
-los temerarios
-etc
tal vez no lo crean, pero mi abuelita era virgen.
a qué viene eso, no se.
no volveré a revelar datos tan fundamentales de mi vida por este medio tan impersonal, además custodiado por la CIA.
les conté que a las gemelas torres se las tiraron por putas?
ya, eso por ahora,
ya volveré para llenarlos de descontento, ocio y ternura.
hasta la vista, dijo josé feliciano.

martes, 26 de enero de 2010

FOBIA

Desde el momento en que te acercas a la puerta de un ascensor y aprietas el botón para abrirla comienza una especie de tragedia de la que fácilmente podría sacarse una obra de teatro completa.

En aquel preciso instante en el que, apenas dándote cuenta, pasas desde el suelo firme de un edificio cualquiera al inestable piso de un ascensor comienza un suplicio tan largo como el trecho que hay entre el piso en que subes y el que bajas, aumentando gradualmente mientras aumenta la altura (y se extiende el viaje) del ascensor.

Cuando ya estás adentro no sabes qué sería peor, si ir solo o acompañado. Comienzas a sacar cuentas y notas que la diferencia no es demasiada pues de todos modos te sientes observado y ahogado, paranoico.

Si vas acompañado te sientes como un objeto extraño al que todos miran por alguna razón que sólo tú desconoces. Intentas pasar desapercibido yéndote lo más atrás posible, pero eso sólo te hace parecer más sospechoso ante los demás y también ante ti mismo. Sientes que hasta ése típico espejito que parece carecer de utilidad alguna está mirándote, con el entrecejo fruncido, como si le molestaras. No te atreves a mirarte en él pues parece que alguien que no fueras tú está mirándote directamente a los ojos. Tienes miedo de que a todos les moleste tu presencia, y por lo mismo sudas, enrojeces y palideces intermitentemente, como si todos notaran que estás incómodo por su presencia.

Agachas la cabeza y cierras los ojos intentando pensar que estás solo, que en el ascensor no hay más compañero de viaje que ése espejito inútil y que puedes sentirte cuan libre quieras en aquel vasto espacio de dos metros cuadrados. Pensar en esto te relaja lo suficiente como para dejar de sudar y volver a abrir los ojos.

Los abres. Te aterras. Sientes el pánico inmenso de darte cuenta que no hay nadie más que tú en el ascensor. Viajas sólo tú; tú y el espejito inútil que siempre acompaña a la gente que viaja sola en un ascensor. ¿Qué ocurriría si de pronto todo se detiene o si todo comienza a arder y el ascensor se convierte en tu última morada? ¿Qué pasaría si los hilos se cortan y caes y caes y caes sólo para explotar en el suelo y no saber nada más de la existencia ni del ascensor?. El sólo hecho de pensar en eso te aterra. Quisieras pedir ayuda a gritos, pero ahí no hay nadie, nadie que pueda escucharte. Sólo está el ascensor con sus botones, su espejito y su cámara.

Hasta ahora no habías notado esa cámara; no habías visto a tu silencioso verdugo. Creías viajar solo, pero de pronto te has dado cuenta de que alguien te vigila. Te preguntas quién puede verte a través de aquel ojo cristalino. Quién ha estado espiando todos y cada uno de tus movimientos (y tal vez hasta tus pensamientos) sin que hasta ahora lo notaras. Ya no es sólo el espejito quien te mira, sino también la cámara y quien te ve a través de ella, tal vez riéndose a carcajadas de tu nerviosismo, tal vez grabándolo todo para exhibirte en un programa de televisión en el que se hablará sobre la fobia a los ascensores.

Estás aterrado, y lo estarás más, porque acabas de darte cuenta de que hay una especie de micrófono en el tablero de botones. Quizás quien te ve a través de la cámara también te ha estado oyendo y ha reído a carcajadas de tus gemidos ahogados. Además de aterrado te sientes ridículo.

Quisieras acercarte al micrófono y preguntarle a quien está mirándote quién es y si puede ayudarte a salir del ascensor pero estás tan enervado que ni siquiera puedes hablar. Estás poniéndote pálido y alguien puede darse cuenta. Notas que estás a punto de desmayarte, sientes un pitido en los oídos y ves una luz blanquecina frente a ti. Parece que el ascensor se expandiera, pero es que en realidad sólo se han abierto sus puertas y puedes salir.

Te gustaría salir corriendo pero tu vergüenza te lo prohíbe. Caminas y vuelves a sentirte libre y tranquilo. Prometes no volver a subir nunca más a un ascensor, pero ni siquiera tu mismo te lo crees pues estás en el piso 30 de un edificio y en algún momento deberás bajar, enfrentarte al ascensor, a la gente, el micrófono, la cámara y quien te observa a través de ella.

Y COLORÍN COLORADO...