martes, 20 de noviembre de 2007

El Árbol Y El Poeta

I

Érase una vez un árbol

Cuyas bello ramaje

Inspiraba al poeta,

Cuyo hermoso follaje

Lo cubría mientras escribía.

Y así pasaba el tiempo

Para aquel poeta

Y para aquel macizo

Árbol de sublime tronco.

Los más hermosos versos

Brotaban de sus raíces;

La bella prosa,

Y sus bonitos matices.

Ya más viejo el poeta

Escribía a la sombra

Del árbol, sobre las cetas

Que lentamente carcomían

Aquel ancho árbol

De rasposas texturas.

Poco a poco,

Ambos se hicieron viejos.

El pelo cano del poeta,

Bello contraste

Con el árbol caduco,

Encorvado y crujiente.

II

Y así, con el pasar de los años,

El árbol moría lentamente;

Hasta que un triste día

Su savia se derramaba

Y el árbol se extinguía.

¡Ha muerto el árbol!!

III

Ya sin sombra sobre

La cual protegerse,

Sin inspiración

De la cual abastecerse,

El triste poeta

Decidió acabar

Con su penosa existencia,

Colgándose de la última

Rama erigida,

Eliminando su esencia.

¿Tristeza absoluta?

¿O alegría concreta?

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