lunes, 15 de octubre de 2007

renacimiento

tu crisálida voz encogió los hombros
de la naturalidad entumecida.

reías
saltabas
corrías

desaparecías en el manto de la montaña sagrada.
asimilabas
la perfección de los días
y el saber se mancillaba
debajo de tus labios curvilíneos.

imagina la deformidadde los halagos e improperios

tú y yo
indefensos.

en el resplandor de la luna
cogías la calma extasiada
las gotas del silencio amable
la sed de la muerte anunciada.

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